Doris Cataño vive en una vereda de Nunchía, Casanare. El año pasado decidió hacerse la prueba diagnóstica:
Ismael (56 años) y sus hermanas Angélica (58 años) y Tilcia Castro Acevedo (52 años), cuando pequeños, vivían en una casa de palenque y palma en la montaña y dormían en juncos. Allí jugaban con los “pitos” y los animales silvestres que les rodeaban.
Ismael recuerda que cuando empezaron a escuchar de Chagas decían:
—Eso no pasa acá, aquí no hay esa enfermedad. Eso es algún animal más contagioso, un animalito de esos qué va a matar una persona. Lo mata una culebra, una serpiente que es venenosa, pero un animal tan pequeño como un “pito”, ¿qué va a hacer? —recuerda Ismael.